
Durante preescolar los niños no solo aprenden matemáticas, colores o vocabulario. También comienzan a construir su identidad y crear habilidades sociales.
Cuando docentes y familias trabajan como un verdadero equipo, el desarrollo de los pequeños mejora en todos los sentidos. Para lograrlo, te compartimos algunas claves para construir y fortalecer esa relación entre escuela y familia.
¿Por qué es importante la alianza entre escuela y familia?
La familia es el primer entorno educativo del niño. La escuela, por su parte, amplía ese mundo y brinda nuevas experiencias y conocemos. Cuando ambas se conectan y colaboran, se logra una mayor seguridad, confianza, autoestima y aprendizaje.
Además, en casa se forman los hábitos mientras que en la escuela pueden reforzarse. De igual forma, tanto familia como el aula juegan un papel muy importante en la resolución de conflictos y en la continuidad entre lo que se enseña en casa y lo que se vive en el aula.
Claves para una alianza educativa efectiva
Comunicación constante, clara y cercana
La base de toda relación es la comunicación. En el contexto escolar, esta debe ser constante y clara, sin tecnicismos ni conceptos que son difíciles de comprender. También debe ser bilateral donde la familia también pueda hablar, opinar, preguntar.
Se puede utilizar una libreta de reportes, grupos en WhatsApp o reuniones breves con los padres para compartir avances, inquietudes o simplemente comentarles a los papás cómo estuvo el niño ese día.
Recibir a las familias como aliadas, no como evaluadas
Muchas familias llegan a la escuela con la sensación de que van a ser evaluadas. Cambiar esa percepción es clave para garantizar la apertura de los padres. Por ello es que el profesor o profesora deben mostrar las reuniones como un espacio abierto al diálogo, sin juicios ni barreras.
Se pueden organizar charlas informales o sesiones, incluso en espacios que no sean el salón de clases, donde se fomente un diálogo abierto y cercano, sin miedo a ser juzgados.
Invitar a participar, sin imponer
No todas las familias pueden involucrarse de la misma forma ni con la misma frecuencia, pero todas tienen algo valioso que aportar. La clave está en ofrecer formas diversas alternativas flexibles de participación.
Por ejemplo, se pueden implementar proyectos colaborativos en casa con un plazo de entrega más laxo. O se pueden programar visitas de los padres o asistencias con anticipación para que todos puedan participar en actividades temáticas en la escuela.
Compartir metas claras de aprendizaje y desarrollo
Las familias deben saber qué se espera en cada curso, no solo en términos académicos, sino también en lo social y emocional. Esto les permite acompañar de manera más consciente y coherente a sus pequeños.
En lugar de decir que solo estamos trabajando en números, se debe explicar el concepto, por ejemplo: “En este periodo exploraremos los números y operaciones matemáticas a través del juego para que los niños los reconozcan en su entorno y aprendan a contarlos con objetos concretos.”
Construir confianza desde la coherencia
La confianza no se da por decreto, se construye con el paso del tiempo. Cuando los mensajes de la escuela son coherentes con sus acciones, cuando se respetan los acuerdos y se escucha a las familias, se fortalece dicho lazo.
Por ejemplo, si se dice que el bienestar del niño es prioridad, eso debe reflejarse en la forma en que se abordan los berrinches, los conflictos o las diferencias con otros alumnos. Haciendo así, que los padres confíen en los colegios como una institución preocupada por los niños más allá de solo la formación académica.